martes, 1 de noviembre de 2011

EN TORNO A LOS MITOS




     
I.          Aspectos preliminares

1.1.     Reflexiones en torno a una definición de “mito”

La palabra “mito” –cuya etimología deriva de la palabra griega μῦθος[1]– tiene como primera acepción del Diccionario de la Real Academia española (DRAE) la siguiente: “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad” (RAE, 2011, ¶ 1). Esta definición aparte de concisa, refiere una de las principales vertientes por las cuales discurre el cauce de la conceptualización del mito. Siguiendo ello, Ortiz (1973) señala que “los mitos son incoherentes; reflejan una estructura de pensamiento diferente a la nuestra. Tratan sobre acciones desarrolladas en un tiempo remoto y primordial en el que realizaron los actos-normas o actos modelos” (p. 1).
Siendo, por lo tanto, los rasgos más definitorios de este tipo de relatos el ser tradicionales y que refieren acontecimientos increíbles protagonizados por dioses, semidioses o héroes, en otras palabras, seres mágicos o sobrenaturales. También es característico de este tipo de narración el estar relacionado con la explicación acerca de los orígenes del universo y los seres que lo habitan, con la formación del mundo y sus grandes acontecimientos fundacionales. Esto último se ve refrendado por lo indicado en la segunda acepción DRAE para “mito”: “Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal” (2011, ¶ 2). Reyes coincide con esta perspectiva al indicar que “(…) mito es una categoría útil. Nos remite a una narración altamente significativa y creíble para un pueblo” (2008, pp. 15-16).

1.2.       Origen y finalidad

Los misterios del mundo: la muerte, la sucesión del día y la noche, los fenómenos naturales, etc., han apasionado y atraído a los hombres de todos los tiempos. Los fascinantes cambios de la naturaleza, los problemas de la vida, el dolor de la muerte y el ansia de seguir viviendo en otro mundo, han preocupado profundamente la inteligencia los seres humanos. La primera explicación que dio el ser humano a tales cuestionamientos fue mediante narraciones fantásticas mediante las cuales, por medio de símbolos, alegorizaba estos hechos y hallaba la explicación a lo inexplicable. Esta narración es el mito.
Ergo, el mito es una narración de carácter religioso. Más adelante, con el transcurrir del tiempo, se desgajarían progresivamente, la filosofía, las ciencias, la literatura, etc., como áreas del conocimiento que pluralizan las perspectivas del conocimiento humano. Debemos recordar que la religión es una de las primeras maneras en que el ser humano intenta explicar lo inexplicable para él y dar un sentido a lo que le rodea[3]. A las preguntas básicas que definen el conocimiento: ¿qué?, ¿por qué?, ¿para qué?, se responde respectivamente con la simple observación, la ciencia y la filosofía. En un principio, se respondía a todas ellas con la mitología, que dio pie a las religiones[4].
Los antiguos griegos, romanos, hindúes, egipcios, escandinavos, peruanos se preocuparon de aquellos eternos problemas e intentaron resolverlos creando una fantástica mitología, esto es, un mundo lleno de dioses y mitos. Así instituyeron los griegos su religión y dramatizaron el universo, poblándolo con una jerarquía de dioses. Como el hombre antiguo tenía pocos conocimientos verdaderos que sirviesen de guía, contaba con su poderosa imaginación para todo lo que fuese misterioso. Poblaron el mundo con una numerosa variedad de dioses que corresponden a todas las manifestaciones de lo bello o lo terrible del mundo, con todas las energías y procesos de la naturaleza. Ninguna estrella brilló en el firmamento; ninguna nube veló la claridad del día; ningún viento azotó las hojas, sin que ellos vieran en su imaginación un dios para cada uno de estos fenómenos.
La conclusión a la que es inevitable llegar es que todas las cosas eran concebidas como producto de la voluntad, el deseo o la actuación de los dioses. Esta es la síntesis del pensamiento del hombre antiguo, de la más intelectual de todas las culturas del pasado, y así interpretaron el mundo y la vida[5].Este fue el origen de todas las culturas. Pero algunas superaron el estadío cultural “primitivo” que era enmarcado por la creencia (mito) y adoptaron a la ciencia y la filosofía como pilotos de su evolución cultural.
Podemos definir cuatro grandes finalidades del mito: A) la primera es contar con una forma de entender al mundo y comprenderlo para poder vivir en él, no quedándose con la mera apariencia de caos sino formulando una explicación alternativa de la realidad; B) la segunda es recordar cuáles son los orígenes de la comunidad o las grandes enseñanzas que ha recibido y que nunca debe olvidar; C) la tercera es mostrar ejemplos espirituales y prácticos que se deben imitar para poder vivir en comunidad, no limitándose solamente a conocerlos ni entenderlos, sino llevándolos a la vida cotidiana; y D) cuarto, constituirse en un marco de referencia común para toda la comunidad, dando coherencia y unidad al grupo y su identidad cultural.
                                                                                                                                                                                                                              
1.3.        Relación y diferencia entre “mito” y “mitología”

Lo primero que debemos tomar en consideración es la distinción entre mito y mitología. El primero es –desde una perspectiva fenomenológica–  el hecho en sí que da sentido a la existencia del segundo. El mito es tal desde que hay un grupo social que lo asume como real y explica su realidad (creación del universo, por ejemplo) desde dicho referente. Ergo, el mito lo es propiamente dicho mientras haya alguien que crea en él. Cuando eso deja de suceder, entonces aparece la mitología.
La palabra “mitología” (Del lat. mythologĭa, y este del gr. μυθολογία) tiene dos sentidos: “Conjunto de mitos de un pueblo o de una cultura (…) [y] Estudio de los mitos” (DRAE, 2011).
Por tanto, “mitología” vendría  a significar tanto la compilación las  narraciones que tengan categoría de  mito, así como el  estudio sistematizado y objetivo de dichos mitos[6]. Por lo tanto, la mitología es un conjunto de recopilaciones y estudios en torno a dichas recopilaciones en la que se vierten interpretaciones sobre el significado de los símbolos y hechos que son referidos. Desde esta óptica desacralizadora, la mitología es el estudio organizado de  los mitos. También presenta diversas teorías y vertientes.

II.         LAS TEORÍAS MITOLÓGICAS

2.1.       Teorías mitológicas durante el siglo XIX

El Historicismo consideró a las historias reales modificadas y alteradas por el paso del tiempo. Esto nos parece errado desde una perspectiva actual, donde se ha delimitado dicha noción para referirse al término “leyenda”. Así, Schliemann, descubrió Troya, porque pensaba que los poemas homéricos eran verídicos, así como las ciudades que se nombraban. Por otra parte, autores como Gilbert Pilot estableció la ruta real que se narraba en la Odisea, desde Troya hasta Ítaca.
Otra forma de teorizar los mitos durante el siglo XIX fue el Alegorismo: el mito como forma de expresar conceptos y realidades de forma poética. La que tuvo más relevancia fue la alegoría natural; ésta hace referencia a la lucha entre los dioses de los fenómenos de la naturaleza (Reyes, 2008, p. 17).
Otra corriente del siglo XIX fue la Mitología comparada. Desarrollada por Max Müller que en 1856 publicó la obra Comparative mythology (Mitología comparada). En el s. XIX se dan grandes logros en el área de la gramática comparada, se desarrolla el estudio de las lenguas antiguas (sánscrito, latín y griego) y se llega a la conclusión de que todas parten de un mismo idioma: el indoeuropeo. Se cree que la mitología podía explicarse a través de las ciencias del lenguaje, pues los dioses indoeuropeos también guardaban cierta relación. Las divinidades de los pueblos europeos eran divinidades celestes, y la etimología aclara el sentido primitivo de su origen, pues éstas surgen de dar nombre a los fenómenos atmosféricos, se les atribuye una personificación, humanizándolas primero para, posteriormente, narrar leyendas a partir de ellas, y se termina por divinizarlas.  
Por último, durante el siglo XIX, aparece el Evolucionismo que asume la evolución cultural de la mitología como eje del proceso histórico, social y filosófico. Lo más primitivo sería el animismo, de ahí se evoluciona al politeísmo (el escalón en el que se encuentra la mitología griega) para llegar por último al monoteísmo. 

2.2.        Teorías mitológicas durante el siglo XX

A manera de continuación del evolucionismo decimonónico, a principios del siglo XX aparece una importante obra antropológica, The golden bough (La rama dorada) de James George Frazer, en ésta también tiene cabida la mitología, y la evolución seguida sería magia, religión y ciencia. Con magia se referiría a la intención de controlar los hechos de la naturaleza mediante ciertos ritos y procedimientos: éste sería el punto en el que se encontraría la mitología griega.
El Simbolismo, otra corriente, considera al mito como una forma de expresar, comprender y sentir el mundo y la vida, diferente de cómo lo haría la lógica[7]. El mito tiene un lenguaje más emotivo y lleno de imágenes y símbolos que expresa algo que no puede traducirse al lenguaje corriente. Las imágenes del pensamiento mítico no se dirigen al entendimiento, sino a la fantasía y a la sensibilidad, por eso tienen una fuerza expresiva intraducible. Se hicieron también interpretaciones desde el campo de la psicología: Freud y Jung estiman que las imágenes oníricas son una expresión del subconsciente.
Por otra parte el Funcionalismo valora la función social que la mitología desempeña en la vida cotidiana. El sentido del mito es fundamental para expresar los usos tradicionales y las normas de convivencia, prestándoles una justificación narrativa avalada por la tradición y aceptada por todos.
Con una perspectiva renovada, surge la Nueva Mitología Comparada que también parte de la comparación de los pueblos indoeuropeos, pero no desde el punto de vista de las lenguas, sino de su estructura social. Observa que en estos textos pervive una estructura ideológica constante. Hay una concepción general de la sociedad en tres grupos, cada uno con una función propia. Un grupo es el constituido por el sacerdote-líder, con soberanía mágica y jurídica, otro grupo es el guerrero, que tiene la fuerza física, y por último el trabajador al que pertenece la fecundidad y la laboriosidad. Los mitos de los pueblos indoeuropeos reflejan esta estructura jerárquica; es una teoría que todavía tiene muchos seguidores, aunque surgió en 1920, con Dumezil.

Fruto del auge del Estructuralismo, surge su correspondiente en la teorización de los mitos, corriente considera que bajo una aparente narración, el mito revela significados en su estructura profunda que se repiten en muchas ocasiones. El análisis destaca tres aspectos: el reconocimiento de la utilidad de datos históricos específicos; la investigación sistemática de los temas míticos y su lugar en la cultura, el pensamiento y la ideología; y la confrontación entre mito y ritual. 
Finalmente, tenemos el Eclecticismo como tendencia actual que expone que lo característico del mito es su ejemplificación, el pertenecer al mundo de los recuerdos, el ser algo que se cuenta y se acepta colectivamente y está en las tradiciones del pueblo. La distancia frente al logos es la marca de estos relatos.



III.           teorías sobre los mitos aplicadas al mundo andino

La escuela alemana –cuyo exponente referencial es Max Müller– explica los mitos principalmente como alegorías de los fenómenos naturales, meteorológicos o cósmicos. Esta perspectiva, empero, no es posible de ser considerada como abarcadora de la mayoría de los mitos en el mundo andino, solo lo sería de una parte de dichos mitos, ya que si adecuáramos a la explicación la infinidad de mitos andinos y sus respectivas variantes, a las limitadas dicotomías o secuencias prototípicas que describe esta vertiente. Como bien se indica: “(…) sería forzado ver todos los combates como alegorías del enfrentamiento de la aurora con la noche, y todas las muertes y sacrificios como expresiones del ciclo de las plantas” (Reyes, 2008, p. 16).
Desde su perspectiva sociológica, Malinowski hace notar las relaciones entre los mitos y los intereses políticos, pero no logra entrever las connotaciones que producen amplios significados simbólicos. A pesar de ello, sus estudios nos permiten comprender la vigencia de mitos, como modo de interpretación global, los relaciona con la institución de los ritos por ejemplo (Reyes, 2008, pp. 17-18).

Por otro lado el rumano Mircea Eliade propone una sacralización del tiempo en que transcurre el mito por lo que el humano se distingue claramente del momento cosmogónico que protagonizan los dioses. Este ámbito sagrado va más allá de la dimensión profana del ser humano común. Esto no sería aplicable a los mitos andinos. En opinión de Reyes: “El antiguo pensamiento indígena [americano] no separa de este modo las esferas sagrada y profana. El mito no tiene una relación externa con el hombre (…) sino que (…) el hombre está de antemano instalado en una existencia sacralizada en el ámbito del mito” (2008, p. 28). Un escollo difícil de sortear es la diferencia en las conceptualizaciones mediante los que se diferencian entre sí los modos de conocimiento contrapuestos: occidental y andino. Respecto a este inconveniente, Ortiz Rescaniere señala que 
No obstante (…) lejos estoy de pensar que el hombre urbanizado no tenga nada que ofrecer al ágrafo. Mucho es lo que puede enseñarle, pero asimismo, infinitas son las lecciones que ese otro, poseedor también de una experiencia milenaria, podría dar al civilizado. Si bien no creo que haya una diferencia sustancial entre pensamiento  moderno y pensamiento mítico, las diferencias entre ambas manifestaciones son evidentes a nivel de la formulación. Los indígenas peruanos comprenden con dificultad el contenido de los conceptos Revolución o Dialéctica. Tampoco entiende el hombre de nuestra capital [Lima] el significado de términos como “el mundo se va a voltear”, “cuando el hijo del Inka [sic] esté mayor y ande”, y lejos está de sospechar que tales frases encierran conceptos próximos y equivalentes al de Revolución y al de Dialéctica (Ortiz, 1973, pp. 3-4).
           
Es por ello que debemos tratar de comprender las equivalencias, continuaciones y evoluciones que ha tenido el pensamiento mítico prehispánico a través del proceso histórico que comenzó con la llegada de los españoles en 1532. Ejemplos de este hallazgo de continuidades lo encontramos, por ejemplo, en Pachacamac y el Señor de los Milagros: una trayectoria milenaria de María Rostworowski de Diez Canseco, autora que refiere: 
Una trayectoria milenaria es la que hemos seguido en este trabajo. Nuestros instrumentos han sido principalmente los mitos y tradiciones orales y las crónicas de los españoles que llegaron a estas tierras en el siglo XVI (…) Ello se debe a las  hondas raíces indígenas, incrustadas en un pasado mítico y legendario, que persisten a pesar de los avatares de la invasión y del asentamiento virreinal (…) comprender cómo un dios andino se proyecta con uno de sus atributos hasta nuestros días. El miedo sigue siendo el hilo conductor entre el ayer, el hoy y el mañana, entre la tenebrosa divinidad andina [Pachacamac] y la resplandeciente imagen del Cristo de Pachacamilla (Rostworowski, 1992, pp. 161-162). 
Trabajos como el realizado por la investigadora María Rostworowski nos permitirán comprender mejor los sutiles y, a veces, soterrados vínculos entre formas de pensar actuales y mitos precolombinos. Este es uno de los motivos principales que debe incentivar a la investigación de temas como este en nuestro ámbito socio-cultural.


[1]           Este término derivó al latín “mythos” que a su vez significa: “relato” o “cuento”.
[2]           Las cursivas y las mayúsculas al interior de la cita son originales.
[3]          El mito trata generalmente (pero no siempre) sobre la irrupción de la divinidad en la vida de los hombres, normalmente con una finalidad fundacional (creando la vida, un territorio, enseñando algo, etc.: “fundando” algo donde antes no existía absolutamente nada). Ese es el “mito fundacional”, el gran modelo del mito (pero no el único: también hay mitos de destrucción y muerte (diluvio, juicio final, Apocalipsis) e incluso algunos filosóficos (Sísifo, eterno retorno). Sea de la variedad que sea, el mito narra algo extraordinario, que se sale de la vulgaridad de todos los días y que es majestuoso y digno de ser recordado por ésta y por las generaciones futuras.
[4]         La mitología aparece de manera prominente en la mayoría de las religiones y, de igual modo, la mayoría de las mitologías están relacionadas con, al menos, una religión.
[5]       A lo largo de todo el desarrollo de la cultura griega, el rico mundo de la mitología inspiró a poetas y artistas; incluso hoy sigue siendo fuente de inspiración. Diversos autores, entre dramaturgos, filósofos, poetas y narradores como Homero, Hesiodo, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Platón, Virgilio, Ovidio, Dante Aliguieri, Garcilaso de la Vega, William Shakespeare, Luis de Góngora y Argote, Juan Espinoza Medrano, Johan Wolfang von Goethe, Miguel de Unamuno, James Joyce, Jorge Luis Borges, Konstantino Kavafis, etc., han dado universalidad a los motivos mitológicos. Igualmente, en las culturas de todo el mundo (orientales, europeas y americanas), se dieron este tipo de manifestaciones religiosas y así mismo, han quedado muestras tales como epopeyas, leyendas, mitos y crónicas, etc., que dan cuenta de esto.

[6]        El mito transcurre no en un tiempo profano, sino sagrado: no se sabe exactamente cuándo ocurrió, porque el tiempo sagrado está  –por definición– fuera de la esfera humana.
[7]     Siguiendo la línea de Levi-Strauss, todo mito tiene su propia lógica y sus propios motivos, que son totalmente ajenos al modelo positivista de nuestros días.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Ortiz Rescaniere, Alejandro. De Adaneva a Inkarri. Una visión indígena del Perú. Lima: Retablo de papel, 1973. 191 pp.  
  •  Reyes, Luis Alberto. El pensamiento indígena en América: los antiguos andinos, mayas y nahuas. 1.ª ed. Buenos Aires: Biblos, 2008. 329 pp.

    • Real Academia Española. Diccionario de la Real Academia Española [en línea]. España. [Fecha de consulta: 11 de octubre de 2011]. Disponible en: rae.es
    • ROSTOROWSKI, María. Pachacamac y el Señor de los Milagros: una trayectoria milenaria. 2.ª ed.  Lima: IEP, 1992.  214 pp. 

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario