El presente artículo fue presentado en 2002, en la ponencia que presenté en el I Coloquio Nacional de Estudiantes de Literatura “Alberto Hidalgo” realizado en Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Ese trabajo inicial fue reformulado en 2003, en la ponencia que ofrecí en el marco del Coloquio Contra/dicciones y per/versiones: semiosis, discursos híbridos y sujetos migrantes en el Perú Colonial organizado por la revista Ajos & Zafiros y realizado en el auditorio de la Facultad de Letras y CCHH de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y quedó tal como lo presento hoy.
Resumen: Se dilucidan las bases de la creación del discurso mestizo, tratando de demostrar que es a partir del discurso mestizo que se empieza a forjar la identidad mestiza, independiente de la española y amerindia. Para esto se analizará un artículo de la conocida investigadora Rolena Adorno. Luego se hará un breve comentario a algunos párrafos de Historia General del Peru de Inca Garcilaso, acercándonos a su condición de sujeto escritural, en un intento de ejemplificar las nociones previamente expuestas. En el presente trabajo se intenta aplicar la perspectiva de la Deconstrucción.
Desde que ha inicios de los años ochenta se integraron los estudios históricos con los literarios para tratar un tema que así lo exigía -la Literatura Hispanoamericana de la Conquista y Colonia-, se “redescubrió” un campo para la investigación, la teorización, la discusión, en fin, el desarrollo de esta área de los estudios literarios, obviando las restricciones críticas del Positivismo Historiográfico o las coordenadas impuestas por el Formalismo y la Semiología. Esta nueva perspectiva crítica está más relacionada con el Postestructuralismo y el Neohistoricismo, que precisamente cuestionan las categorías tradicionales de conocimiento científico bajo las que se habían basado los estudios anteriores en este campo. La investigación interdisciplinaria es ahora la norma en esta clase de estudios. Por otro lado, la apertura del campo de estudio que significó el reemplazo de la categoría literatura colonial por discurso colonial, que responde a la amplitud en las formas de expresión escritural correspondientes a la época, fue necesaria para poder comprender y abarcar los textos correspondientes a una etapa confusa, fundacional.
1. Análisis de un artículo de Rolena Adorno
Entre los investigadores más destacados de esta perspectiva se encuentra Rolena Adorno, quien, en sus textos, ha mostrado una productiva preocupación por la posición en que se ubica el sujeto escritural colonial. Si bien sus mayores esfuerzos se han centrado en el cronista indio Guamán Poma, las ideas en las que ha basado varios de sus artículos tratan de manera general la posición del sujeto literario, que como ella misma indica, se basa en el sujeto histórico, durante el periodo inicial de la colonia. En el presente estudio, vamos a centrarnos en uno de sus artículos en particular, titulado: “El sujeto colonial y la construcción cultural de la alteridad” (1988). Rolena Adorno establece que la intención de su artículo es aclarar los procesos de la construcción cultural de la alteridad en el discurso colonial hispanoamericano. Para eso, identifica los marcos comparativos con relación a los cuales se producía esta configuración: el sujeto colonial colonizador (español) y el sujeto colonial colonizado (indio). Establece que, históricamente, la percepción de los europeos no se concebía creyendo en la alteridad, sino en la identidad, lo que quiere decir que no se definían según quien se creía ser, sino quien se era. La similitud y la antítesis fueron los modelos relacionales a los que acudieron para conceptualizar a la humanidad americana. Dentro de este concepto de focalización, la cultura caballeresca, de lo varonil, todavía subsistente, especialmente en España por lo reciente de la Guerra de Reconquista. La cultura y la razón se oponen a los valores contrarios: lo salvaje y lo sentimental. Adorno establece tres vertientes: la figura del amerindio, focalizado por una visión europeizante, dentro del marco del discurso caballeresco militar; la figura del amerindio dentro de un marco caballeresco, como lector de discursos europeos y productor de discursos nativos y; el sujeto colonial amerindio como productor de discursos históricos y focalizador del europeo colonial. En la primera vertiente, el amerindio pasa a ocupar la categoría del moro (como contrario al cristiano), y la mujer (como ser irracional) en el discurso caballeresco. En la segunda vertiente, como lector de discursos, también se le comparaba con la mujer, en tanto, incapacitado para entender el texto en su real dimensión. Esto coloca al ser amerindio en una posición inferior dentro de una relación jerárquica de carácter binario. La constante búsqueda de semejanza y comparaciones entre le amerindio y el moro, según Adorno, revelan procesos de fijar la alteridad apoyándose en la semejanza. En la tercera vertiente, queda aún más clara esa subordinación, ya que Adorno establece que el focalizador que simpatizaba con el proyecto colonial europeo, consideraba el discurso de este como objetivo, masculino en tanto el discurso nativo sería visto como femenino, subjetivo. Entonces, la reinvindicación de esta despectiva imagen, por parte del sujeto colonial colonizado, es hecha mediante la racionalización e instauración de la historia, su historia, consiguiendo que la sociedad autóctona sea el agente activo de su destino, ya no como antes se le veía: manipulable desde la focalización contraria. Para poder defenderse, el sujeto colonial colonizado toma los valores del discurso caballeresco, los valores del otro. Adorno menciona como ejemplos las crónicas del mexicano Fernando de Alva Ixtlilxochitl y de su estudiado Felipe Guamán Poma de Ayala. Ambos son autores amerindios que recrean el discurso caballeresco, en una muestra de alteridad. Ya en la parte final de su artículo, Adorno afirma que “no existen posiciones intermedias”, los términos representan contenidos o posiciones extremos, donde la jerarquización es absoluta: a uno de los dos elementos se le asignan valores inferiores, negativos; al otro positivos, superiores. Sin embargo, escribe a continuación: “la relación entre los dos elementos, no su significado en sí, es significativa”. Adorno termina su artículo con la siguiente afirmación: “la alteridad es una creación que permite establecer y fijar las fronteras de la identidad”. Con esto ultimo, Adorno nos está diciendo que la creación de la alteridad parece ser una necesidad, una exigencia inevitable para el sujeto, sea este el sujeto colonial colonizador o el sujeto colonial colonizado. Para Adorno lo más importante es el establecimiento de dos identidades extremas y las establece indicando que sólo en la relación entre ambas se puede hallar un significado. Esto es contradictorio, ya que las identidades contrapuestas, jerarquizadas, se estarían influyendo mutuamente, proceso al que denomina alteridad, a pesar de estar en diferentes niveles, es decir, en diferentes posiciones dentro de una jerarquía claramente establecida. Sin embargo, Adorno indica que la influencia principal –y única según este artículo- es del subordinador (sujeto colonial colonizador) hacia el subordinado (el sujeto colonial colonizado). Si lo que Adorno quiere establecer con “la relación entre los dos elementos” es una situación de interrelación, no lo estaría logrando, ya que es más importante la influencia de uno de los elementos hacia el otro; la falta de equidad sería la característica predominante en esta interrelación. La autora niega la existencia de posiciones intermedias entre los dos componentes de esta relación absolutamente jerárquica, con un elemento claramente subordinante y otro subordinado, pero inmediatamente afirma que lo que significa es la relación entre los dos elementos, no el significado particular de cada uno. Adorno se basa en la dualidad conquistador/conquistado, para fundamentar su tesis. El deslinde de identidades que se contraponen es uno de los objetivos principales de su discurso. Los ejemplos que presenta para cada una de las categorías, el padre Sepúlveda (español) y Guamán Poma (indio), racialmente, también son extremas. Adorno está obviando a la categoría mestiza, la mezcla entre las dos razas que representan las identidades deslindadas por Adorno en su artículo. Esta mezcla de razas estaría implicando una mezcla (o confusión) de identidades. La relación significativa que establece Adorno, puede ser tomada como un espacio intermedio, dentro del cual se estaría desarrollando una nueva identidad, dependiente/independiente (alteridad/identidad) de las identidades (o identidad subordinada) en proceso de alteridad: la identidad mestiza. Afirmar que esta nueva identidad estaría representada sólo por los mestizos pecaría de simplista, pero no por eso es menos válido si nos ceñimos a la época de la conquista y comienzos de la colonia: los primeros mestizos, aquellos de padre español y madre india, que tuvieron grandes problemas al momento de asumir su identidad. Vemos cómo se crea una identidad particular a partir de la tensión generada por una relación significativa entre dos identidades. El mestizo, al margen y unido a la vez a esas dos identidades, no encajaba en el sistema: por no ser español, no tenía poder para dominar; por no ser indígena, no podía ser dominado. Pablo Macera escribe al respecto: “Este, que fue el modo de vivir mestizo en los siglos XVII y XVIII, fue, sin embargo, algo insoportable para los primeros mestizos, para los contemporáneos y condiscípulos de Garcilaso de la Vega, quien, como cualquiera de nosotros, no quería caer en la esquizofrenia de elegir a uno de sus padres e intentar asumirlos a ambos. Esto es lo importante en Garcilaso”. Rolena Adorno establece entonces que lo más importante no son los extremos, como aparentemente quiere indicar, sino el lugar entre los dos componentes, que constituye un espacio aparte, con un significado propio, en donde se crea la identidad mestiza, el resultado de esa tensión, quienes en la búsqueda de una identidad se encontraba perdida en la alteridad.
2. El caso del Inca Garcilaso como sujeto escritural. Un acercamiento.
En la sección anterior, a partir del análisis del artículo de Rolena Adorno, hemos planteado que la identidad mestiza se desarrolla en un espacio aparte de las dos identidades de origen. En esta sección, trataremos de ejemplificar este concepto con un caso en particular: el Inca Garcilaso de la Vega, una de las personalidades más señeras -su condición de mestizo y sujeto escritural han sido ampliamente tratadas.
2.1 La representación de la realidad durante la colonia
Walter Mignolo ha establecido que existió un conflicto entre los espacios amerindios e hispánicos, razón por la cual, las representaciones de la realidad en las culturas colonizadas presentan un vaciado del centro, a favor de un duplicado del centro. La realidad fracturada sería la predominante hasta la actualidad, no como aparece en los libros de la historia oficial, el cual representa a la realidad con un discurso homogéneo. La realidad pluritópica es la realidad de lo que denominamos nación peruana, que como sabemos, ha sido y es varias naciones unidas (políticamente) por un centro: Lima, la capital. Tenemos que desde inicios de la época colonial hasta nuestros días, nos encontramos ante una realidad fracturada, pluritópica y un discurso homogéneo que la representa o que la intenta representar.
2.2 La escritura desde la perspectiva de Jacques Derrida
Jacques Derrida, fundador, en el marco de la corriente Post-estructuralista, de la Deconstrucción, ha propuesto una nueva valoración de la escritura como referente primario para acceder al conocimiento. El logocentrismo predominante desde los inicios de la cultura occidental -Platón ya trata el tema de la escritura en el Fedro, uno sus famosos diálogos- ha hecho al habla el medio privilegiado de la transmisión del conocimiento, considerando a la escritura un desecho. Este fonocentrismo se debe a la metafísica de la presencia, que privilegia al medio de expresión más cercano a la fuente de emisión: el pensamiento, en demérito de la escritura, que sería un instrumento imperfecto en la conservación del sentido enunciado, ya que el sentido puro, originario, se volatiliza tan pronto es expresado. Por ser un hecho material, la escritura esta sujeta a la interpretación, al azar y por lo tanto a la distorsión total del sentido original. Derrida plantea, mediante una inversión de jerarquías, que la escritura no es un suplemento, sino la fuente primaria, ya que permite que el sentido sea creado. Hace que el sentido se vuelva autónomo al sujeto hablante, gracias a la característica de iteración (repetición de sentido). Derrida afirma que la escritura es lo primero, en contraposición de la posición de la tradición filosófica occidental, que privilegia al sentido. Derrida establece que el habla (el término que sigue al pensamiento y precede a la escritura) es un tipo de escritura, alejándola del pensamiento, de quien la tradición filosófica considera su más cercano medio de representación. La escritura aparece como pensamiento generador de sentido que genera pensamiento, al poder leerse en un sentido diferente lejos de su contexto real u originario. La escritura crea su propio significado al apartarse del sujeto de la emisión y que es posible considerarla un modo primario de acceder al conocimiento.
2.3. Análisis del capítulo XI de la Historia General del Perú del Inca Garcilaso de la Vega*
El Capítulo XI de Historia General del Perú se titula “El príncipe Sairi Túpac se buelve al Cozco, donde le festejaron los suyos. Bautízanse él y la infanta, su mujer. El nombre que tomó, y las visitas que en la ciudad hizo.” En este capítulo encontramos indicios del intento de crear una identidad autónoma. Veamos: El Inca Garcilaso visita al príncipe Sairi Túpac, cuando este llega al Cuzco. El relato de esta visita se inicia en primera persona: “Yo fui en nombre de mi madre a pedirle licencia para que personalmente fuera besárselas [las manos]”. El narrador aparece actuando en representación de la madre. Continua en primera persona: “Yo le besé las manos y le di mi recaudo. Mandóme sentar, y luego truxeron dos vasos de plata dorada, llenos de su maíz [el maíz de ellos, de los Incas]. Tomólos ambos, y de su mano me dio el uno dellos; él bevió el otro, y yo hize lo mismo, que, como atrás se dixo, es costumbre muy usada entre ellos y muy favorable hazerlo assí (sic)” El uso de la tercera persona plural establece cierta distancia del narrador. Garcilaso continua: “A la despedida le hize mi adoración a la usanza de los indios, sus parientes...” Aparece el adjetivo posesivo de primera persona singular (mi) Garcilaso demuestra una aparente indecisión al referirse a si mismo: dice que los indios son parientes del Inca, dando a entender que se desliga de ellos, pero a la vez escribe le hize mi adoración a la usanza de los indios, con lo que estaría identificándose con ellos. A continuación escribe: “...de que él gustó muy mucho y me dio un abrazo con mucho regozijo que mostró en su rostro”. Garcilaso vuelve a la primera persona esta vez en reflexivo. Se da una oscilación entre los pronombres y posesivos de primera y tercera persona. El uso del pronombre “yo” convoca al narrador y lo actualiza en el relato; los pronombres y los posesivos de tercera marcan las distancias. Esto constituye un registro de la oscilación de un personaje que no se decide acerca de cuál es su lugar. Sin embargo, parece el uso resuelto del posesivo “mi” cuando se refiere al gesto ceremonial y cortesano que ofreció al Inca y que Garcilaso no duda en calificar de “adoración”. Un poco más adelante, Garcilaso inicia otro microrelato dentro del mismo capítulo, en el que narra las celebraciones que se hicieron por el bautizo de Sairi Túpac, veamos: “Hizieron los vezinos de aquella ciudad, el día de su bautismo, mucha fiesta y regozijo de toros y cañas, con libreas muy costosas; soy testigo dellas, porque fui uno de los que las tiraron”. Garcilaso inicia el relato en tercera persona y termina este microrrelato con un final sorpresivo: estaba narrando desde la primera persona. La escisión queda comprobada en la mente de Garcilaso: una parte observadora y otra participante. Garcilaso no se identifica con los indios, excepto cuando se expresa en el posesivo en primera persona: “mi”, que sería una forma de crear una identidad propia, autónoma. Garcilaso se autodenomina Inca, se identifica, en su obra, como indio, pero en su vida su identidad se ve mas influenciada a la identidad española. Tenemos que su vida y su obra no son plenamente solidarias. El problema de sujeto de la enunciación sería el punto de partida para determinar el cómo se ubica Garcilaso quien estaría reinvindicando su mesticidad, al asumir una representación múltiple y ubicar su discurso en el espacio de lo vario.
3. La búsqueda de la identidad mestiza: entre la identidad y la alteridad
3.1 La Memoria del Bien Perdido. El Inca Garcilaso: observador y participante.
El libro de Max Hernández Memoria del Bien Perdido. Conflicto, identidad y nostalgia en el Inca Garcilaso de la Vega, nos brinda una perspectiva psicoanalítica de la personalidad de Garcilaso, resaltando su condición de mestizo en búsqueda de una identidad. Hernández trata de enlazar esta búsqueda de identidad de uno de los primero mestizos y la identidad los mestizos hoy en día, donde la nación peruana los tiene como la mayoría de la población. Escribe José Antonio Mazzotti respecto a este libro: “Más que como un aporte a los estudios garcilacistas, como un aporte al pensamiento sobre el Perú actual en tanto nación y espacio cultura”. Hernández establece que sólo una vez que Garcilaso cambia definitivamente de nombre (asumiendo su nombre indio Inca), desarrolla bajo firme su deseo de construir una personalidad aparte de las identidades de su padre (español) y madre (india), una personalidad particular, su propia identidad. La capacidad para desdoblarse en participante y observador (aspecto establecido en el acápite anterior), es definida de manera muy interesante por Hernández: el deseo de participar y a la vez alejarse para protegerse, que derivaron en una habilidad descriptiva y observadora. Escribe Max Hernández: “Así trascendió la ambivalencia singular y dolorosa que despertaba en él su difícil condición. No del todo, por cierto. Hemos visto, en su propio texto, los efectos de las angustias y desgarros ínsitos a las contradicciones del mestizaje”. La relación entre identificación e identidad es el centro de este problema; quien se identifica esta dejando de ser idéntico a sí mismo. Quien no se identifica transitoriamente no llega a ser. El proceso de identificación es también un proceso de extrañamiento: “El rol de observador le permitió a Garcilaso alcanzar cierto equilibrio desde el cual no sin riesgo de ambigüedad intentó buscar una síntesis”. La posición de observador/participante que se aprecia en el texto de Garcilaso, corroboraría esta idea.
3.2 La búsqueda de la identidad mestiza: el discurso mestizo como punto de partida.
A propósito de la búsqueda de identidad y los cambios sucesivos de nombre del Inca Garcilaso, Bautista Avalle-Arce (1964), menciona que la identificación constante con los Incas y los indios lograba que Garcilaso se colocara fuera de la discusión de la pureza de sangre, concepto de primer orden en la época, por lo tanto el apelativo Inca sería un mecanismo de defensa, el Inca se marginaliza de la sociedad de su tiempo. Garcilaso buscaba apartarse de los referentes, deseaba una identidad autónoma: la síntesis mencionada en el subcapítulo anterior estaría implicando la creación de una nueva identidad particular. La escritura para Garcilaso sería el intento para encontrar en el desorden un sentido para un nuevo orden posible. A propósito escribe Wey-Gómez: “sugiriendo en la escritura de Garcilaso el problema del enfrentamiento de referentes culturales y materiales, así como de categorías de pensamiento distintos, encuentra solución en un sujeto que los articula conjuntamente sin excluir unos por parecerle irreconciliables con otros. Este sujeto focalizador y cambiante se expande y se contrae, se contradice y se desplaza hasta abarcar lo necesario para poder re-presentar, desde una perspectiva generosa, lo vivido”. Wey-Gómez enfatiza el carácter contradictorio y oscilante del discurso de Garcilaso. Lo que nosotros proponemos es que ese constante cambio de sujeto de la enunciación, era resultado de una búsqueda de equilibrio, más que una falta de personalidad o identidad. Entonces Garcilaso crea su propio centro, que no estaría en la identificación (conflictiva) con lo español o lo indio. Como mestizo, trata de centrarse mediante la escritura. La duda identificativa, sería la afianzación de su propia autoimagen. Garcilaso se auto-margina para crear su propio centro, logrando, a partir de la escritura, una nueva identidad. Tenemos que en el discurso de Garcilaso, este aparece en un espacio ambiguo, en dos lugares al mismo tiempo. Lo que nosotros proponemos, es que Garcilaso no se ubica en ninguno de esos lugares y, más bien, al mantenerse al margen como observador, crea un tercer lugar, independiente de los dos iniciales: Garcilaso se aleja de los dos centros y crea uno propio, un nuevo centro: el discurso mestizo.
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* El siguiente análisis esta basado en el que hace Max Hernández en su libro Memoria del Bien Perdido. Conflicto, identidad y nostalgia en el Inca Garcilaso de la Vega. Perú. IEP ediciones. 1993
Entiendo que Garcilaso quisiera encontrar un espacio en el cual pudiera reconocerse como mestizo. Para ello subvierte sus creencias o mejor dicho las cuestiona, llegando a preguntarse dónde es el espacio en que pertenece. Así genera, aunque aparentemente, sin darse cuenta un espacio propio, o inicios de un lugar mestizo tanto en su literatura como en la literatura peruana en general. De alguna manera crea en ficción un lugar de origen no aceptado por la hegemonía española, ni la misma indígena.
ResponderEliminarAunque permanece la pregunta, ¿se duda como indígena? ¿Acaso no es el orgullo de la sangre incaica que corre por sus venas lo que le hace escribir los Comentarios Reales? Si el lector ideal que tenía en mente era un español letrado, porque entonces mostrarse como alguien que duda de sus orígenes.
Por otra parte romper con el modelo establecido de mestizo, para así crear un concepto mucho mejor (porque no decirlo superior al simple hecho de mixtura de razas) es un gran aporte en el inicio de lo que se entenderá como literatura peruana.